Ayer nos dormimos con la rabia entre los dientes porque en Salta fue asesinada Macarena Blanco, de 28 años, que estaba desaparecida desde el viernes. Hoy es 8 de marzo y se conmemora el día internacional de la mujer trabajadora. Al principio se llamaba así, hasta que en 1975 la ONU lo institucionalizó y acortó su nombre. Con que sea el día de la mujer, a secas, sería suficiente. Puede tomarse como un detalle insignificante, o no. Mientras tanto, seguimos contando: ¡Ya van 48 femicidios en lo que va del año! El 17% fue cometido por personal de las Fuerzas de Inseguridad -activos o retirados- y tres de cada 10 víctimas, habían denunciado ante la justicia al agresor con anterioridad.

Hay un vínculo invisible -tan invisible como la mismísima mano del mercado- entre el sistema económico, social, cultural y laboral de explotación sobre el que se asientan nuestras sociedades y el plus de vulnerabilidad, indefensión y perverso menoscabo a los derechos económicos, sociales y afectivos que sufre la mitad de la población mundial, sólo por el hecho de ser mujer.

Pero no nos engañemos, aquel cambio de nombre, al igual que los prometedores cambios de perspectiva y creaciones de ministerios en todo el mundo, no han resuelto nada. Desde que lo que sucede en el mundo se registra, constantemente verificamos que los derechos, cuerpos, ideas y pensamientos femeninos son oprimidos, violentados y exterminados, casi sin culpa ni consecuencia.

No es necesario, a esta altura, repetir y enumerar cifras que todes conocemos. Una mujer pierde su vida cada 30 horas en nuestro país, sí. Pero también millones de niñas, adolescentes y mujeres son víctimas de la trata de personas alrededor del mundo. Otras tantas sufren mutilación genital, y todas somos, fuimos y seremos víctimas de algúna de las tantas y tan variadas violencias que a diario enfrentamos, simplemente por ser mujeres.

Y en el medio de todo esto no hay más que un espacio difícil de describir. Algo así como el espacio que puede existir entre el nunca jamás y el quizás ahora, donde se dirimen y discuten derechos y garantías que exigen pasar del mero deseo a la concreción. Claro que esto requiere decisión política, acciones concretas, un poder judicial comprometido con los derechos de las mujeres, compromiso efectivo y algo que resulta aún más difícil: el reconocimiento absoluto de que la cuestión de género es transversal a todas las problemáticas, situaciones y circunstancias que atraviesa nuestra sociedad.

En La Defe sabemos de qué lado pararnos y lo hacemos sin grises, sin peros y sin “nadie menos”. Mientras la cultura patriarcal y machista lo cubra todo, no habrá igualdad posible, y lo sabemos.

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