Por Tamara Rossi

Esta semana asesinaron a una mujer cada 29 hs. en nuestro país por su condición de mujer. Más de 25 fueron asesinadas en lo que va del 2023. Una de ellas fue Ferni Ayala. Su femicida la mató el domingo por la madrugada, aunque la encontró su familia casi un día después, denuncia de desaparición e inacción del Estado mediante.

El miércoles desde La Defe nos constituímos como abogades querellantes en la investigación y desde el lunes mismo acompañamos a su familia en esta mierda que les toca vivir. Ferni tenía hermanes, una madre y un hijo que no podrán volver a sus vidas de antes jamás. La suma de todas las violencias y los abandonos dejarán en sus cuerpos -y en el mío. una huella para siempre.

Pedí a mis compañeres escribir esta editorial desde mi perspectiva personal, ya que acompañé de cerca a la familia, hablé con los medios y en términos profesionales soy quien figura como abogada querellante en la causa.

El lunes pasado nuestra compañera Joha nos avisa por mensaje: “Hace unas horas encontraron a una vecina del Barrio Zavaleta muerta”. Otro femicidio en la villa. No sorprende, pero duele.

Acompañamos a la familia y a la comunidad que allá, donde el Estado es débil, se hace fuerte. La red de mujeres de la 21.24 es admirable. Cuánto nos falta aprender de ese increíble sentido de pertenencia y comunidad a todes. Las compañeras que sin medir sacrificios, esfuerzos, tiempo e incluso jugándose el laburo contienen, acompañan y ayudan son el verdadero feminismo. No me convencerán de que los hashtags y la cancelación son el camino. El progresismo palermitano que niega las contradicciones y sólo defiende “buenas víctimas” también es nuestro enemigo. Hay que llenarse los ojos de tragedia y los puños de impotencia para entender que el punitivismo se nos vuelve en contra y que los discursos liberales de “menos Estado” y “algo habrá hecho” también nos matan.

El jueves, después de algunas horas de acompañar en sus declaraciones a familiares y amigues de Ferni, me senté en la plaza de mi barrio a llorar como una nena. Casi a las 10 de la noche todavía había gente trotando, tomando algo, paseando al perro. Yo no podía entender que el mundo siguiera girando con semejante horror sobre sus espaldas. Lloré, odié al mundo y mastiqué la frustración de no poder hacer mucho por cambiarlo. Dormí mal y poco. Tengo casi la misma edad que tenía Ferni. No la conocí pero no puedo dejar de pensar en lo despótico del reparto de oportunidades y privilegios en los que transitamos nuestras breves vidas. No somos culpables, claro. Sí somos responsables de lo que decidamos hacer con todo esto.

Es tan injusto y doloroso que tantos años de lucha feminista, conquistas y reivindicaciones se desplomen cada 30 horas en el cuerpo de cualquiera de nosotras.

Recorrí medios pidiendo más recursos y rapidez en la investigación y búsqueda del femicida de Ferni. Hablé con quienes pude, en todos los ámbitos, para garantizar protección a una familia que además de llorar una pérdida irreparable, tiene mucho miedo. Los medios insisten en darle un toque hollywoodense a la monstruosidad. ¿Ajuste de cuentas? ¿Cartel de narcos? ¿Deuda millonaria? La falta de humanidad y empatía en el tratamiento del tema apabulla.

Mataron a una mujer de 28 años. Fue su pareja. Por celos. ¿Todavía necesitamos indagar en la vida de la víctima para sumar views y potenciar el inexplicable morbo que tanto gusta y vende? ¿Con todo vamos a comerciar? ¿Dónde está el límite del “Último momento”?

Tengo muchas preguntas y pocas respuestas, sepan entender.

Sí sé que Ferni Ayala no volverá a su barrio. Que nosotres seguiremos acompañando a la familia cuando la espuma baje y los medios encuentren otra noticia para alimentar discursos que destruyen el tejido social que algunes insistimos en construir y sostener. Que necesitamos más políticas públicas, recursos y compromiso real del estado. Que los feminismos necesitan debatir sobre justicia social y punitivismo.

También sé que insistiremos hasta convertirlo en realidad: NI UNA MENOS. FERNI AYALA: PRESENTE.