La última dictadura cívico eclesiástica militar argentina lastimó a nuestro país en muchos sentidos. Además de les miles de desaparecides que nos dejó (una herida que sangrará hasta que le último nieto y nieta sea restituido), puso la vida económica de nuestro país al servicio de intereses que no son ni fueron jamás los de nuestro pueblo.
Se ocupó también de realizar las modificaciones necesarias para limitar los derechos laborales y de huelga, entre otros, de cientos de miles de laburantes. Los sindicatos sufrieron el acoso, la persecución y la violencia de un estado ciego, sordo y mudo a las necesidades de las clases trabajadoras. Pero eso sí, armado y decidido a cortar de raíz esa incipiente osadía de quienes peleaban por el reconocimiento de los derechos humanos.
EL 25 de marzo de 1976 se declaró de “interés militar” a “todas las fuentes de producción y lugares de trabajo estatales y privados”. Se perfeccionaba, lentamente, un plan bien urdido: Atacar a quienes habían obtenido las mejores condiciones laborales en nuestro país hasta esa fecha, y acabar con la “revolución de los derechos laborales”.
En este contexto y durante varios días, secuestraron y desaparecieron a abogades y sus familiares. ¿Qué tenían en común? Ejercían su profesión en defensa de los derechos de laburantes.
Por eso, el 7 de julio se declaró el Día del abogade laboralista, luego de recordar “La noche de las corbatas”. Es un recordatorio de lo que no podemos volver a vivir en nuestro país: la violencia estatal y el plan sistemático para quitarle derechos a los sectores laburantes de nuestro país, y a quienes los defienden en ese arduo camino.
No queremos pasar este día sin rendirles homenaje, son: Norberto Centeno, Salvador Manuel Arestín, Raúl Hugo Alaiz, Camilo Ricci, Carlos A. Bozzi y Tomás J. Fresneda. Las únicas personas sobrevivientes fueron José Verde y María de las Mercedes Argañaraz de Fresneda -embarazada de cuatro meses-, María Esther Vázquez de García y Néstor Enrique García Mantica.
¡La lucha continúa!