Durante y después de la pandemia, el agua se convirtió en un elemento primordial para la higiene. Bueno, siempre lo fue pero en plena crisis sanitaria del Covid fue realmente esencial, como así también el trabajo que realizó el personal de salud.

Sabemos que en las villas todo lo que pasa se multiplica por mil a pesar de los discursos floridos que hablan de urbanización. Solo basta con caminar por algunos pasillos para entender que todo está lejísimos de esa urbanización tan prometida. De esto no se escapa la Villa 21-24, una de las más grandes de la Ciudad y con problemas por todos lados. Si nos enfocamos en lo que tiene que ver con infraestructura, además de un potencial riesgo eléctrico del que nunca se hicieron cargo, también existe la problemática con el agua. 

Venimos de uno de los veranos más calurosos de la historia y en el barrio había baja presión o directamente no había agua. Pero imaginemos esta situación en pandemia: pedían que nos lavemos las manos y en los barrios no había ni un hilito con qué lavarse. Las paradojas más cínicas. 

Claro que todo lo que pasa en el barrio repercute en las principales instituciones que están instaladas en el barrio y brindan atención a les vecines. Este es el caso del Cesac n° 8 que estuvo días enteros sin el suministro del agua y por lo tanto no había chance de poner en condiciones el lugar para que les profesionales de la salud pudieran atender a les vecines. 

Hablamos con Juan Calvetti, Jefe de este Cesac quien nos comentó: “En el momento de la ola de calor máxima había mucho más consumo de agua obviamente, pero ahora que las temperaturas bajaron sigue habiendo poca presión de agua. La solución que nos dieron es mandar el camión cisterna. Primero era una vez por día y eso no nos alcanzaba porque nosotros somos más o menos 35 trabajadores y trabajadoras y 100 personas por día que circulan en el interior del centro de salud. Más allá de la higiene que requiere el personal y la limpieza del centro de salud, también la gente que se atiende acá utiliza el baño, cuestiones básicas de higiene, no solo para los trabajadores y trabajadoras sino para los y las usuarias del centro de salud”. 

Luego de este episodio enviaron un camión cisterna más, pero según lo que explica Juan, la manguera era de dudosa calidad, por lo que el agua no era apta para consumo, a lo que respondieron con bidones. Muchas de cal, algunas de arena. 

La semana pasada, después de mucho peregrinar, apareció una solución: Aysa comenzó a realizar una obra para conectar a caños nuevos ya que los viejos no tienen presión. De todas formas es algo que va a llevar bastante tiempo de ejecución aunque es una solución definitiva que si no hubiera sido por la insistencia de les profesionales y por la lucha diaria, no se hubiera concretado. Un ejemplo de que la salida siempre es colectiva.

Esta solución es la que también esperan les vecines que tienen que velar hasta la madrugada para poder cargar algunos baldes o bidones y poder tener algo tan básico como un poco de agua para asearse o cocinar. 

No es solo el agua 

El centro de salud está hace varios años en el barrio y durante la pandemia el trabajo que desarrollaron los profesionales allí fue más que importante para la atención primaria y sobre todo para la contención. 

A pesar de estar en una de las villas más grandes de CABA, no cuenta con infraestructura para atender a la totalidad de las personas que allí se acercan. “Tenemos solo seis consultorios de atención y con eso no nos alcanza para atender a toda la demanda. Acá en el barrio hay cuatro Centros de Salud. Algunos tienen varios consultorios pero les faltan profesionales y hay otros como nosotros que no nos sobran los profesionales pero nos faltan consultorios para atender”. 

Otro problema que resalta Calvetti son los constantes cortes de luz que muchas veces afectan insumos, medicamentos y vacunas. Toda una problemática teniendo en cuenta que deben desecharse y las necesidades son muchas. 

Quizás otra de las problemáticas que más resonó estas últimas semanas tiene que ver con el acceso a la salud mental en el barrio que actualmente solo cuenta con cuatro profesionales y es una situación realmente preocupante. “El problema de salud mental es gravísimo en todos lados. Nosotros casi no tenemos posibilidades de derivar a psiquiatría, hay muy pocos psiquiatras y los psicólogos que hay tampoco son suficientes”, remarca Juan Calvetti. 

Las necesidades en los barrios se acrecientan día a día. Las respuestas con políticas públicas tienen que ser inmediatas y les profesionales tienen que dejar de hacer malabares con las herramientas brindadas. La salud es un derecho humano.