Lo venimos diciendo hace más de 8 años. Salimos a luchar, tomamos las calles al grito unificado de Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y conseguimos meter el proyecto al Congreso. Nos encontramos con un umbral de Senadores de las cavernas que usaron artimañas y nos insultaron con argumentos detestables a la hora de votar en contra de nuestros pedidos y a favor de las muertes clandestinas.

Leímos nombres y más nombres de mujeres muertas por abortar, mujeres penalizadas por tratar de interrumpir un embarazo no deseado de forma desesperada y vimos niñas menores de edad siendo obligadas a ser madres. Vimos cómo en otros países la legalización del aborto ayudó a mejorar los índices, y no fue una catástrofe como los extremistas lo predecían. Votamos un gobierno que nos dio esperanza de priorizar la vida de las mujeres y nos siguen fallando. 

En noviembre se termina el año legislativo, y nada parece indicar que este año algo mejoró en la vida de miles mujeres pobres, que viven en riesgo debido a este estado de clandestinidad. 

Parece que la pandemia vino a frenar todo, que puso nuestras vidas en suspenso. Les oficinistas ahora hacen home office y les congresistas aprendieron a usar zoom (solo algunes), pero las muertes no se detuvieron. Al contrario, la suspensión de las clases y la inaccesibilidad de jóvenes a la ESI, generaron que el peligro de vidas destrozadas por embarazos no deseados y el riesgo a morir en clínicas clandestinas aumentaran. 

El Congreso registró “su peor marca de productividad en los últimos ocho años”, informan con detalle de números de leyes aprobadas comparando cada mandato. Pero a nosotres no nos importa la productividad en números si seguimos midiendo las vidas de mujeres en el número de muertes que crece cada día por abortos clandestinos. No nos importa el lobby presidencial si no podemos decidir sobre nuestro cuerpo. Y hoy más que nunca, reafirmamos que no hay Estado presente para las mujeres argentinas si siguen cajoneando nuestras vidas. 

No dejemos pasar un año más.

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