Estas últimas semanas dos juicios penales ocuparon las redes y los espacios centrales de todos los medios de comunicación: el que se lleva adelante por el asesinato de Fernando Báez y el de Lucio Dupuy, un niño asesinado por quien debía cuidarlo y olvidado por un sistema que debía tenerlo presente. Sobre ésto presenciamos un nivel de violencia y fanatismo por la cárcel copando el discurso social en todo el país que nos preocupa, y mucho.

En el caso del juicio a las responsables de la muerte del niño, hay muchísimos condimentos que además de preocuparnos, nos interpelan. De algunos de ellos queremos hablar.

En primer lugar, la enorme responsabilidad que tiene la Justicia de que un niñe termine con un o una progenitora que no está en condiciones de cuidarle y darle lo que necesita. No confundan, tramposos teóricos de las redes sociales: las feministas no pedimos que la madre gane siempre la custodia de sus hijes ante una controversia al respecto con el padre. Dar por sentado que el niñe tiene que quedarse con su madre sólo por su género no es feminista, es patriarcal. ¿Se entiende? Esto no quita, desde ya, que en la abrumadora mayoría de los casos, la madre es la mejor o la única opción posible.

Eso sí, para evitar estas tragedias se necesita un sistema judicial que  investigue y se interese en quienes dice proteger, para empezar. Instituciones que cuiden de verdad. Organismos que tengan recursos para hacerlo (humanos, técnicos, económicos). En resúmen: Un estado presente.

Sí, la justicia siempre hace agua pero no es algo nuevo para nosotres. Hace mucho exigimos una reforma judicial feminista e inclusiva. Siempre es lamentable que quienes impartan justicia no están alcanzados por la misma y ejerzan un poder que, muchas veces, parece no tener límites. En temas de familia, además,  los resultados pueden ser trágicos. Lucio no tendría que haber estado con su madre biológica, eso no es un debate.

No todas las mujeres, ni siquiera las que dan a luz, son naturalmente capaces de criar y cuidar a un niñe. Este asesinato lo prueba. Ojo, porque suena ridículo pero hay que aclarar, parece, que a Lucio su madre no lo mató por su condición de mujer, ni por ser él un incipiente varón. En realidad nadie puede saber por qué lo mató; pero es inadmisible atribuir que las acusadas mataron por su orientación sexual, género o forma de pensar. Defender esta idea sólo puede tener un objetivo: Fogonear los niveles de odio a mujeres, feministas y lesbianas. No podemos admitir que estos sean los argumentos validados para emitir juicios y condenar, al menos socialmente, a quienes cometieron este delito. Qué miedo.

Vivimos en una sociedad que es violenta en cada centímetro de su diseño, de su maquinaria. La sociedad engendra violencia 24/7 y cuando nos encontramos con noticias de crímenes que nos espantan por su monstruosidad, vemos en el banquillo de los acusados (culpables de manera anticipada, desde ya) a algunas personas. Dos mujeres, ocho pibes, un “loquito suelto”. Y entonces discutimos qué sentencia “está bien” y qué sentencia “está mal”. Como si eso sirviera para que los asesinatos horripilantes dejen de suceder. En el futuro algunos de estos crímenes aberrantes coparán las pantallas, mientras otros nadie los conocerá, y otros continuarán encubiertos por los mismos que dirigen el show del juicio y el castigo.

Nuestra postura es antipunitivista, ya lo dijimos varias veces. Lo es porque vemos cómo estas sentencias pasan y los pibes siguen matándose a piñas, los infanticidios siguen sucediendo y nosotres como sociedad seguimos sin entender cómo cambiar algo o cómo cambiarlo todo. Pero siempre, siempre, hay urgencia por opinar y dar sentencia, aunque solo fuera por twitter o instagram.

La peor parte, si se pudiera solo elegir una, es que muchos pretenden preocupar a la sociedad relacionando estos hechos con la idea de que crecen el feminismo, la homosexualidad y las libertades en general. En este sentido, creemos que es peligrosísimo que tantas ideas violentas, estigmatizantes y linchadoras surjan ahora; que es cuando mayor unidad deberíamos tener quienes creemos que necesitamos una sociedad distinta, más solidaria, más empática, más inclusiva.

Según EFE, entre 2012 y 2022 se cometieron 120 infanticidios en Argentina. Todos los casos son distintos: Cambia la conformación familiar, las identidades de género de les padres, los antecedentes criminales y de clase. Pero pocos pasan a ser preocupación central del prime time como lo fue el de Lucio, de 5 años de edad. ¿Será que vende más este asesinato? ¿Por qué?

Cuando nos hacemos esta pregunta, nos da miedo que la respuesta apunte siempre a un mismo lugar: ¿creemos que el resultado de este juicio, si es cadena perpetua y “que se mueran en la cárcel” va a cambiar algo? ¿Nos interesa evitar nuevos Lucios, o sólo queremos castigo y venganza?

Parafraseando a Eduardo Galeano, nos animamos a decir que si los juicios y las sentencias cambiaran algo, ya estarían prohibidas hace rato.