Ser profesional, como no serlo, es una constante de luchas en este país. Desde el momento de decidir qué camino seguir, cursar los pasillos universitarios hasta el momento de ejercer en ámbitos privados o públicos.

La historia profesional de Graciela Madrigale es esa. Estudiar durante la dictadura militar: allá cuando te ponían un 2 solo por haber ingresado en tal año porque sospechaban que tus intenciones no eran castas. Quiso estudiar psicología, pero como Sociología, Antropología y Ciencias políticas, la facultad había sido cerrada por los milicos.

Entró a estudiar Medicina, soportando tratos represivos de los docentes y resistiendo mil trabas que finalmente, la alejaron de esas aulas porteñas a las que, aún viviendo a metros, no pudo volver.

Apenas pudo, Graciela inició su camino en la psicología. Ya tenía los libros leídos y el amor por el psicoanálisis desde antes, cuando estaba prohibida. Y cuando comenzó a atender en consultorio fue que se dio cuenta de que esa profesión no solo le daría un carnet, sino que le permitiría tener una visión profunda sobre los males y los bienes de cada época.

En los 90’s vio en sus pacientes las peores vivencias de salud mental, en los 2000 perdió muchísimos pacientes, incluso de los empresarios más adinerados, que perdían capacidad de pagar las sesiones. Tuvo que dejar de alquilar el consultorio y preparó una habitación de su casa porteña para atender, cedida con un amor increíble por parte de una de sus hijas. Fue muy difícil esta década para su profesión, pero más difícil fue ver durante los 90´s cómo el vaciamiento cultural y el neoliberalismo afectaron en la salud mental de TODOS sus pacientes.

Desde el 2003, afirma sin dudarlo y pidiendo permiso para no incomodar a quienes pensaran distinto, realmente se vio en la psiquis general comenzar una década ganada.

Todos queríamos preguntar cómo eran esas características psicológicas que podían verse: en los 90s colmaban los trastornos no graves de narcisismo, no neuróticos normales, ese individualismo que te lleva al vacío. ¿El sálvese quien pueda?

Ya recorrimos una buena parte de la historia moderna argentina, los platos se vacían y la ronda se multiplica en valoraciones que son obligatorias sobre las diferencias políticas de los momentos.  “Valorar poder estudiar la carrera que querés, porque era muy fuerte entrar a la facultad y ver a la policía montada adentro”. Que cierren los comedores porque no podía haber más de dos personas juntas, para muches, suena ficción. 

En la historia de Graciela, llegamos al momento del ejercicio de la profesión. Es apasionante escuchar cómo dentro del consultorio, se podía ver el deterioro de la gente en todos sentidos, después de la reactivación, cambiaron de trabajo y ella seguía atendiendo, podían volver de a poco a pagar los aranceles más regulares y ya no se necesitaba pagar las sesiones con tartas; y la profesión de Graciela permitía unir la situación económica con las patologías que iban variando con las coyunturas.

Ya en 2010, nuestra entrevistada entró a trabajar para el Consejo Profesional de Ciencias económicas. Casualmente, lo hizo hasta que la despidieron, ya en tiempos de macrismo. Bla bla bla de Ciencias Económicas, a la pipeta que suena serio; pero la realidad es que sus condiciones de contratación son pobrísimas. Le pagaban 250 pesos por sesión y hasta llegaron a pretender que ella pusiera su consultorio particular, pero ahí solo atendía a sus pacientes particulares, Graciela sabía ya que tratarían de exprimirla lo máximo posible. Y así trabajaba la mayoría de les psicologues del centro, y lo que destaca con impaciencia, es que ahí todes votaban a Macri. Bueno, ahí trabajaban en esas condiciones y también en casi todos lados, les profesionales de la psicología. Muchísimas prepagas y obras sociales pagan las facturas de terapeutas monotributistas por cantidades súper bajas, incluso empresas multimillonarias como Swiss Medical, Galeno y OSDE. La salud es una cuenta pendiente.

A Graciela la acompañamos hace varios años en su reclamo laboral contra este centro tercerizador, fraudulento y anti profesional. Su caso es especial desde todo punto de vista: trabajó durante más de 7 años como psicóloga sin registración alguna y teniendo que facturar como “Monotributista” la prestación de sus servicios. 

¿Algo más? Cuando el Consejo decidió tercerizar sus servicios despidió a Graciela de un día para otro, así como si nada.

Graciela dudó en reclamar, pero decidió dar la batalla por la justicia y reconocimiento de sus derechos. En ese camino la acompañamos. El año pasado el juzgado nos dio la razón y la empleadora, alegando que éste no era el único trabajo que sostuvo Graciela durante todos esos años (como si el poli trabajo fuera un placer y no una necesidad en éstos tiempos) y que la facturación no era todos los meses por el mismo monto, apeló. La Cámara ahora dictó una sentencia ejemplar, estableciendo que “la exclusividad no es determinante de la relación de trabajo” y que las facturas, aunque los montos varíen, eran regulares y mensuales.

Estamos felices por éste gran logro jurídico pero también humano. Sabemos la importancia que tiene para Graciela y para nosotres esta victoria, fruto de años de esfuerzos, sino también porque ella es la prueba fehaciente de que la dignidad y los derechos no se negocian.

Como Graciela es mucho más que su reclamo para nosotres, queremos hablar de las ideas riquísimas que acercó a nuestra mesa…

Y sí, era obvio que queríamos hablarlo! Graciela, contanos por qué te parece que en Argentina tenemos una de las sociedades más psicoanalizadas del mundo – “porque somos muy inteligentes”.

Morimos de risa. Hicimos una ronda comentando y somos muchxs en la defe quienes apostamos al psicoanálisis como forma de laburar procesos y decisiones. Nos da bastante orgullo, en especial cuando Graciela afirma que “para poder analizarte, tenés que tener cierta capacidad de introspección y querer bucear en lo que te pasa y la capacidad de querer modificar eso que te está pasando”. Entendemos que por eso no recomienda counselling, por ejemplo, que es una de las terapias alternativas más individualistas del mercado, ofreciendo ilusiones de una vida pero solo si seguís este y este no y este otro paso a tomar.

No queremos ser como los pacientes que nos contás que dicen “yo soy así”. “Si yo creyera que por nacer así muero así, me habría dedicado a poner una verdulería”. Agradecemos al universo que no te hayas puesto una fiambrería, Graciela, conocer tu historia y tus visiones enriquece tanto! Y más por reafirmar que existen profesionales de la salud mental como vos, seguiremos insistiendo por todos lados apostar por terapia para sumar recursos y crecer.

Graciela, cómo ya habrán imaginado, no es de esas psicólogas que solo miran el reloj y asienten, que hacen de su consultorio el templo de la sabiduría con ellas como portadoras, que dan órdenes y hablan con palabras difíciles que nadie entiende. Decidió formarse en una corriente más abierta, que se permite adecuar a los procesos, y también tirar un poquito de la oreja cuando hace falta. “Diagnosticar a un paciente siempre te generará dudas, aunque tengas muchos años de estudio”.

El problema que vemos siempre cuando conocemos a estxs profesionales tan comprometidxs, es que recordamos cuán abandonada está la salud mental por parte del Estado y los entes privados. 

“La Ley de salud mental no está reparada en ningún sentido, no tenemos colegio ni representación, nadie nos defiende en nuestro trabajos”. Habla del Borda y el Moyano, mantenidos a flote solo gracias a sus trabajadorxs, habla de la insistencia en solucionar problemas de adicciones a narcóticos con fármacos con más legislación, de que tuvimos casi dos años preguntándonos por qué no podíamos vernos agravaron la salud general de la sociedad.

No solo vino ese bicho a afectar en nuestra salud mental, también modificó los formatos de la terapia; y atención: a la terapia presencial Graciela no vuelve más!! Reconoce que la accesibilidad se amplía cuando es virtual, también se disminuye el estrés de andar corriendo la ciudad. Vagonetas, no tenemos excusa.

Hay otro tema que menciona nuestra entrevistada que también nos da esperanza: la evolución a través del tiempo. Nos cuenta que estudiaba la homosexualidad como perversión y hasta había terapeutas que no atendían parejas gays, que se daban el lujo de seleccionar exclusivamente su target de pacientes, siempre elitismo y separación claro. Así es que los gays pasaron decenas escondidos en sus bares, hasta que de a muy poco pudieron ir saliendo a la calle.

Compartimos muchos puntos de vista con la postura de Graciela, como la preocupación porque la juventud reivindique personajes de derecha, por la fragmentación de la sociedad y la insistencia que nos implanta este sistema de odiar siempre al que tenemos al lado.

La conversación ya se convirtió en una relajada sobremesa de un martes lleno de actividades. Bah, relajada por ser compartida, pero el análisis grupal arrolla que tanto desde el consultorio como desde nuestras mesas de reuniones en el Abasto, las situaciones de negación estos días son cada vez más grandes.

Pero Graciela, otra vez con un tono de experiencia maduro y sobre todo humano, analiza que la salud mental sigue siendo un tema tabú aún en la sociedad mas psicoanalizada. Y por eso, en una sociedad individualista, “cómo hacés para pedir ayuda?”

La capacidad de sentirse vulnerable no es una debilidad, es una fortaleza. Una remera que diga esto que Madrigale dice, mientras empieza a dar la típica fiaca después de almorzar juntes en La Defe. 

Pero no, no llega la siesta. Hay que seguir recibiendo consultas, organizaciones, difundiendo luchas, formándonos. Lo dice ella: “hay que juntarse a pensar. Hay una necesidad de pensarse de un lugar distinto, salir de la estigmatización del depresivo, de que sos esto, los auto diagnósticos que son un horror, y los rótulos que son terribles.

Nunca compraremos que hay que ser feliz con un auto, unas buenas tetas y un buen culo. Cuando Graciela lo relata, lo entendemos con ella: hay vacío en ideas y pensamientos.

Faltan instancias de encuentro, mantener contacto, como dice ella. Por eso también, nos da la sensación que juntarnos con profesionales y laburantes como Graciela, son la señal de que vamos por el camino correcto.