Natalia Nieto es psicóloga comunitaria y psicoanalista. También es madre, y lo nombra porque no es menor: las tareas de cuidado son relegadas a las mujeres y se han profundizado en la pandemia. Es una mujer profesional que vive con la incertidumbre y la adaptación constante de este mundo actual, como todes. Pero con una certeza: en colectivo es mejor.

  • ¿Cómo estás, Natalia? 

Ahora bien, pero en estos tiempos, como se puede. Todo va cambiando día a día, semana a semana y minuto a minuto. Y yo soy muy inquieta, estoy buscando cosas para hacer todo el tiempo. Y elegí una profesión en donde te tenés que mover todo el tiempo, ¡el combo completo!

  • Contanos quién sos y dónde laburás…

Soy una mujer profesional, psicóloga y madre. En principio soy psicóloga comunitaria, desde siempre. La psicología comunitaria no es muy difundida, ni su rol ni su función en estos tiempos posmodernos, básicamente es poder laburar colectivamente desde la comunidad y con la comunidad; sobre todo con las poblaciones que están en situación de mayor vulnerabilidad. Tratamos de pensar soluciones junto a la comunidad en general, laburando en el barrio de modo colectivo, desde la prevención y promoción de la salud. Ahora laburo en una institución privada y siempre tuve la patita comunitaria intermitente. También soy psicoanalista, si me tengo que definir profesionalmente primero digo psicóloga comunitaria; luego devine en psicoanalista y de clínica.

  • ¿Por qué elegiste estudiar psicología?

Desde muy chica tuve la cuestión de la escucha muy internalizada. Eso fue lo primero que me atrajo y después el área social. Estaba entre sociología y filosofía pero elegí psicología porque era la carrera que yo creía tenía la mayor posibilidad concreta en este área.

  • ¿Qué podes contarnos desde la mirada de la salud mental y el territorio?

Es súper complejo. Básicamente es poder salir de la idea de que los conflictos de las personas en salud mental son una cuestión individual e intrapsíquica y para eso hay que ampliar la mirada. En la década del ‘60 se empezó a hablar de los determinantes sociales en salud y se pudo pensar que el acceso al trabajo, a las condiciones materiales de existencia, las necesidades básicas y la educación influyen en el estado de salud. A partir de eso es que entendemos que los procesos de salud y enfermedad no dependen únicamente de lo que une individualmente hace por su salud. La salud mental está súper expuesta. Más en este contexto tercermundista y en este país que vive en crisis, con la falta de acceso a un laburo digno, los índices de pobreza que tenemos, la situación educativa, entre otros. Todas esas variables inciden directamente y desfavorablemente sobre la salud mental.

  • ¿Cómo se traduce todo esto en los territorios?

Es muy evidente. Si no tengo para comer, no tengo trabajo o tengo que estar con los pibes y encima sufro violencia, son todos determinantes que impactan directamente sobre la salud. Es importante aclarar que la salud mental sigue sin tener un lugar prioritario en términos de políticas públicas. Desde la demanda que hay en estas épocas de mercantilización de la salud, la mental termina quedando relegada y se tiende a que sea un privilegio de clase acceder a un dispositivo de atención.

  • ¿Y cómo se llega a esta situación?

El sistema público no da a basto y no se abren concursos. Hablo principalmente de CABA porque es lo que conozco, sé que en provincia hay por lo menos otras intenciones políticas. Acá los Centros de Salud tienen 2 profesionales en salud mental en promedio, imaginate que en los barrios del sur de la Ciudad o las villas, la cantidad de población que no accede es enorme porque no dan a basto los profesionales, están colapsados, las condiciones de contratación no son buenas y estamos precarizades. La llegada es muy compleja, hay muchísima demanda y es muy difícil el acceso. Sin una decisión política en agenda de que la salud mental sea prioritaria para pensar políticas públicas y así llegar a la población, estamos complicades.

  • ¿Cómo fue este último año en términos de salud mental?

El impacto es terrible y todo se acrecentó muchísimo: el costo psíquico, la incertidumbre, la profundización de la crisis económica, la adaptación constante. Si antes había un piso medianamente estable, con la pandemia se fue al carajo. Quienes tenemos un poco más de recursos y herramientas y no sólo desde lo económico, tratamos de mantenernos a flote y más o menos nos va saliendo pero el costo psíquico que deja para la población es extremadamente alto y se ve muchísimo en las consultas.

  • Hace una semanas el streamer español Ibai Llanos habló en un ciclo de entrevistas con Julio Leiva, “Caja negra”, sobre la importancia de sacar del armario las problemáticas en salud mental. Hizo hincapié en que les jovenes deben y pueden pedir ayuda y que no es un tabú, debemos hablarlo. Es interesante porque tiene una audiencia de millones de personas y el mensaje se viraliza y llega a un gran público… 

Es muy importante hablar, pero yo creo que todavía las patologías más graves siguen siendo tabú. De hecho en las clases medias y altas está súper entendido y si no te psicoanalizas “no entendiste nada de la vida”. Lo importante es preguntarse qué pasa con el acceso, por eso hablo de un privilegio de clase. ¿Cuales son los dispositivos y el acceso a los mismos si desde el Estado no es prioridad? Si no hay posibilidad de garantizar tratamientos individuales para la totalidad de la población hay otras formas de organizarse que incluyen lo colectivo y la gestación de proyectos en el barrio para la promoción de la salud con una mirada territorial, integral e interseccional. Hay que pensarlo así: Hasta tener o no cloacas es una cuestión de salud mental. Si hay un porcentaje gigante de la población que no puede acceder, en términos de salidas colectivas se pueden hacer un montón de cosas para mejorar un poquito los indicadores de salud de las personas que aún no tienen un espacio de terapia individual.

  • ¿Qué es para vos ser una laburante?

Creo que es pelearla todo el tiempo, generar las condiciones para poder vivir y subsistir. Y transformar: que en ese hacer laburante más allá de generarte condiciones para vivir, puedas aportar para alguien más. Aspirar siempre a una justicia. El eje está puesto ahí, y sin la justicia social o la equidad es muy difícil mejorar las condiciones de salud.