Por Tamara Rossi.

Este viernes murió una beba de 3 meses en la calle.

Leímos titulares que resaltaban dónde: Frente a la Casa Rosada.

Otros remarcaban de dónde son sus padres: de Quilmes.

Otros quién debía asistirlos: El gobierno de Larreta.

Muchos dijeron: ¿Y los padres? ¿Y la madre? ¿Ellos sí dormían?

Los medios se plagaron de lamentaciones e imposturas poco creíbles, sobre todo porque la noticia no es la muerte en sí, sino el uso político que cada cual hace de eso.

Incluso la extrema derecha sale a condenar al Estado por la desidia. Pero cada vez que se discute pobreza, inclusión o por ejemplo jubilación -que es parecido y diferente a todo lo anterior- gritan que se “deje de mantener vagos” o que el Estado haga algo por las personas que viven en las calles, como esta familia. En nuestro país la derecha siempre ha construido su puente al poder más directo con la muerte, fingiendo un dolor que crea a diario.

Que a los pies de donde descansa el poder político de nuestro país muera una bebé que dormía en la calle es tristemente poético y significativo. Hasta en Gran Hermano podrían hablarlo.

A mayor escándalo por esta muerte menor certeza de que a diario millones malviven en riesgo para que sólo una parte la pase muy bien y tenga un lindo trabajo, una hermosa casa y comida suficiente. Los beneficios que no tiene el resto.

Yo me enteré por un grupo de WhatsApp que se llama “No al desalojo de las Pibas!” y en el que estamos ante la avanzada del GCBA de desalojar a un grupo de mujeres con sus hijes de Casa Pringles. Una casa del propio GCBA en la que estas mujeres hacen merendero, apoyo escolar y reciben a otras mujeres con hijes en situaciones complicadas de consumo, violencia, explotación. Quienes acompañamos situaciones así sabemos que espacios como Pringles no abundan. Por el contrario, duelen de tanto que faltan.

Y es tan obvio. Casa Pringles está más cerca de evitar estas muertes que cualquier órgano o institución estatal, de cualquier jurisdicción. Pero el mismo Estado quiere cerrarla para no asignarle recursos, para no reconocer que el agujero enorme que están tapando las compañeras es el suyo y claro, para juntar fondos para la campaña presidencial que se viene.

Tendremos un año plagado de promesas, focus groups y odas a la meritocracia. Las derechas opositoras se saben favoritas ante un Estado nacional con logros contradictorios: Bajaron el desempleo pero creció la pobreza. Empobrecieron al pueblo para pagarle al FMI. Se arrepintieron más veces de las que sostuvieron su palabra.

La profundización de todas las desigualdades dejó morir a una bebé este 31 de marzo, para cerrar el mes de la memoria. Para recordarnos con dolor que si no nos han vencido, han ganado batallas fundamentales y es momento de repensar estrategias, refundar acuerdos y construir con amplitud para enfrentar los planes de quienes tienen todo y quieren más.

Para que nunca olvidemos, menos perdonemos y tampoco nos reconciliemos con quienes, desde siempre, quieren más neoliberalismo, miseria, hambre y familias en la calle.

Millones han muerto y seguirán muriendo de hambre, contaminación, guerras, frío y calor, entre otras cuestiones. Son todas causas evitables. Los sectores que más desprecian la humanidad caminan por nuestras mismas calles. Quienes mueren siempre son del pueblo.