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Una bicicleta en la Casa Rosada

By 11 diciembre, 2022Sin comentarios

Quien pase de madrugada por la puerta de Casa Rosada podrá conocer uno de los mayores símbolos del poder estatal de nuestro país, íntimo. Un edificio enorme, iluminado, imponente. Histórico. A esa hora en que la ciudad es silenciosa y calma la casa rosada parece detenerse en la mitad de la noche a esperar un nuevo día de trajines y tragedias, intereses turbios, apuros y decisiones que se tomarán allí y que difícilmente sean en favor de las mayorías que transitan las calles de ésta ciudad todos los días, a cualquier hora, con cualquier clima: Sus laburantes.

Pero algo rompe la imágen de opulencia y grandeza que el edificio transmite.

En el estacionamiento de la mismísima Casa Rosada, donde se dejan ver autos importados y de alta gama, a esa hora sólo hay una bicicleta a la que se le notan los años, con un candado viejo que da dos vueltas al cuadro y la mantiene pegada a la reja del poder, del lado de adentro. La bici de un laburante que cumple su jornada a esa hora a contramano del mundo y en el lugar donde se siembran intrigas de palacio y se cosecha de espaldas al pueblo.

Mientras los que toman las decisiones en este país duermen en sus cómodas camas con pijamas de lino y el aire en 24, les laburantes esencialmente invisibles (o invisibilizados), cuidan los edificios históricos, limpian las calles solitarias, amasan el pan del día, hombrean bolsas de cal y prenden los motores de los bondis que transportarán más y más laburantes a sus puestos de trabajo invisibles pero esenciales.

Ayer fue el día de los derechos humanos pero, ¿hay derechos humanos para les laburantes que cargan al mundo y su afán por producir sobre sus espaldas?

Porque ¿quién mueve al mundo sino sus laburantes, en una obscena mayoría precarizados, mal pagos y descuidados?

Montones de mujeres cada día se levantan y preparan la comida de miles de niñes en comederos y escuelas sin cobrar un peso, pues las tareas de cuidado y militancia son consideradas por excelencia poco o nada productivas.

Miles de laburantes construyen, una tras otra, torres de departamentos modernos con cableado de Telecentro en sus entrañas y laundry incluído. Vuelven con la espalda doblada a sus casas precarias del conurbano profundo sabiendo que no. Esos departamentos tampoco son para ellos o sus familias.

Cientos de serenos llegan en sus viejas bicicletas a edificios, mansiones y countries cuya “seguridad” vale más que su descanso.

Otros miles recogen cada noche la basura de la ciudad y levantan las persianas de los mercados antes que salga el sol.

Millones, haciendo lo suyo de manera cotidiana, invisible y continua garantizan el funcionamiento de todo lo que nos rodea para mantener el orden de las cosas: Que nadie los tenga en cuenta.

Pero ¿sabrán les laburantes que sin ellos este sistema no se sostiene? ¿que la única salida es de organización y lucha?

¿Se dará vuelta la tabla? Desde La Defe no sólo esperamos que sí, que claro, que pronto. También queremos contarles: Convocaremos a les laburantes a pensar, organizar y luchar cotidiana y colectivamente para eso.

Por Tamara Rossi.