Hay muchos nostálgicos de los 90. Demasiados. Claro, son esos que vivieron todo el menemismo con la panza llena, al resto nos parece una década nefasta en lo político y social que sirvió de caldo de cultivo para el estallido del 2001. Estos mismos nostálgicos son los que hoy quieren que se privatice todo de nuevo: los medios estatales, YPF. Aerolíneas Argentinas, etc y en lo posible hacerlos desaparecer y con ello miles de personas sin trabajo, pero nada importa a la hora de destilar odio por ahí, mientras repasan la Ley de Reforma del Estado con gran ilusión de resucitarla.  Lo dice Macri sin tapujos desde que está en la política, aunque Larreta intente pararle el carro tratando de despegarse con declaraciones como “no voy a privatizar Aerolíneas Argentinas”. Permitinos dudar, Horacio, dejaste la Costanera de norte a sur a manos de privados y amigos con ganas de tener muchas licitaciones para explotar el espacio público. 

El empecinamiento lo tienen en especial con la aerolínea de bandera diciendo que genera déficit y no conecta el país, una falacia que se comprueba fácil cuando es la única que hace rutas que otras aerolíneas no operan debido a que no generan rentabilidad. Cuando Aerolíneas quedó en manos del español Grupo Marsans, los aviones fueron desguazados, entre otras consecuencias nefastas- sobre todo económicas- que llegaron con la privatización hasta su recuperación en 2008. 

Si seguimos hablando de conexión, los trenes quizás son los protagonistas de la etapa más oscura en materia de transporte. En las buenas épocas, había trenes para conectar casi cualquier rincón del país para transportar mercadería y pasajeros. Seguro tenemos algún familiar mayor que nos cuenta esto, sino basta con buscar el mapa en Google y comparar con lo que tenemos hoy. Spoiler Alert: Se te puede llegar a romper el corazón. Hoy hay algunos acercamientos a recuperar lo perdido, pero falta mucho. 

¿Qué dejó la Ley del menemismo? Solo más miseria y hambre, aunque los bolsillos de los de siempre, a quienes ya conocemos, se llenaron. Por eso hoy añoran ese pasado. 

Estamos sumergides en un universo libertario que pide que haya menos control estatal. Y si, puede ser que haya cosas que se manejen mal o se desmanejen, pero la privatización no trajo ninguna cosa buena. Y no hace falta irse muy lejos, lo vimos la semana pasada con los cortes de luz que en algunos barrios de CABA y el conurbano aún siguen. ¿Quién le pone un freno a Edesur y a Edenor? Una simple multa en este momento parece una burla ante miles de usuarios que no pueden acceder a un servicio básico, por el que pagan fortunas y encima se viene un nuevo aumento al que hay que afrontar, pese a la pésima prestación y a las nulas inversiones. Todavía hay quienes dicen que pagamos poco, comparados con no sabemos qué, pero así y todo siguen pasando los veranos y un poquito de calor hace explotar todo. ¿Cuándo llegarán las verdaderas soluciones? ¿Cuándo tendremos un control real sobre el servicio que brindan? Seguir de rehenes de una empresa es un suplicio. La solución viene de la mano de la estatización, pero aún ni asoma el concepto en el gobierno actual que solo los reta como niñes de jardín y obliga a resarcir a los usuarios, como una especie de caricia de perro en la cabeza para que no salgamos a quemar todo, aunque ganas sobran. 

En este mismo orden de mal servicio tenemos al subte. Otro servicio caro e ineficiente. Pasó de Metrovías a Emova, que es lo mismo pero con distintos colores, porque todavía el Gobierno de la Ciudad cree que no nos damos cuenta. Es cierto que algunas frecuencias han mejorado y, por ejemplo, en la línea E hace bastante no hay peligro de descarrilamiento, incendio y otras cositas que venían pasando. Pero nos habían prometido 10 km de subte por año para poder conectar la Ciudad, pero las promesas son los padres y jamás se ejecutaron, salvo algunas estaciones nuevas y muchas gracias, vuelva prontos. Emova puede tener MESES con una escalera mecánica o un ascensor sin funcionar-por ende personas con movilidad reducida que no pueden acceder-, trenes que producen cáncer a sus trabajadores, estaciones inundadas  y trabar la salida de coches de la línea B para inventar una “medida gremial” en los carteles de ingreso, pero no hay demasiadas consecuencias. Todo sigue igual y es cada vez peor. Es que amigos son los amigos- de Larreta- ¿no?

Invitamos a los fanáticos de la privatización a hacer un balance real, a entender las consecuencias o simplemente a quedarse sin agua y luz durante un fin de semana con 40 grados mientras tu pibe más chico llora o tus padres no pueden ir al médico porque no pueden subir y bajar 10 pisos del edificio donde viven.