Creo muy profundamente que la medicina tiene que alojar a las personas

Ximena Arriola, médica generalista

Ximena Arriola -la China– es médica generalista por fuera del sistema hospitalario tradicional: trabaja en un Centro de Atención Primaria en San Martín, en un Centro de Salud y Acción Comunitaria “en el Hospital Penna, un lugar que quiero mucho porque ahí me formé” y, junto a otras profesionales de la salud, lleva adelante el proyecto autogestivo Casa Matrioshka, un espacio de salud sexual integral. Cómo y por qué ejercer la medicina desde el territorio, en la historia de la China.

¿Cuándo decidiste ser médica?

La verdad que fue todo bastante lineal, no es una gran historia el inicio. Yo no soy de CABA, soy de Carmen de Patagones. Nací y viví ahí hasta los 18 años y creo que en la adolescencia tenía muy claro que quería ser médica, pero con la claridad rara de la adolescencia. Mi mamá es médica, pero un estilo muy diferente. Su pareja también fue médico. Entonces era algo que podía devenir de mi casa. Pero después mi construcción de la medicina, el trabajo y cómo yo empecé a proyectar no tuvo mucho que ver con nada de todo eso. Ellos eran cirujanos y yo hago algo muy diferente. Y mi inicio y la elección de la medicina no tuvo nada que ver con lo que pasó después. En tercer año tuve una crisis muy fuerte con la medicina, me parecía muy horrible, muy decepcionante, muy cruel. Y ahí empecé a encontrarle otros vericuetos.

¿Qué te parecía cruel de la medicina?

Me parecía todo muy inhumano, muy poco afectivo. Hoy pienso que es eso lo que me pasaba. En el momento era que vivía frustrada, todo me parecía mal, que no funcionaba. Como que la lógica era “esta persona está bien, esta persona está mal, esta se muere”, y yo pensaba “¿esto es ser médico? ¿esto me espera?”. No encontraba referentes, inspiraciones, me parecía toda gente quemada. Y a su vez yo no veía eso en la manera de trabajar de mi familia, aun estando en desacuerdo con su perspectiva del ejercicio de la profesión. No existían ciertas cosas de destrato, de insultar pacientes, cosas que ya eran un montón. Todo lo que te imagines es poco. El modo de formar a la gente que va a trabajar en medicina es todo el tiempo muy a la defensiva. Un docente entró a la clase un día y dijo “los pacientes son tus enemigos hasta que se demuestre lo contrario”. Esa imagen que uno tiene de los médicos y la vocación no es tal cosa. Es todo mucho más corporativo. Pero yo tengo que escuchar a lxs pacientes, tengo que escuchar tus vulnerabilidades, desde que te salió la manchita en la cara hasta cuál es tu profesión. Entonces no me veía ahí. A su vez yo era buena estudiante y cumplía con lo que había que cumplir pero pensaba que no tenía gracia. Y después encontré muy buenas amigas, empecé a hacerme preguntas desde lo político, más cuestionamientos, y en eso encontré otro camino que me estimuló de vuelta a pensar por qué yo quería ser médica, qué médica quería ser y cómo podía ser esa médica.

¿Cómo fue ese camino?

Particularmente fue pensarme en el ámbito de trabajo o en el ámbito institucional y poner en crisis que yo no me veía trabajando en un hospital. A mí el hospital me parece una institución inerte. No la entiendo. Creo que es una institución que tuvo una funcionalidad -una muy grande, y los hospitales públicos en la Argentina representan un montón y tienen un peso y un prestigio ganado- pero me parece que es una institución que quedó vetusta, que ya estamos. Súper enquistada, con un modo de funcionar burocrático, muy alienante y es muy difícil tener alma y trabajar ahí. Y además me parece que no es una unidad institucional pensada para los problemas actuales del modo de enfermar de la población. Tenemos hospitales generales de agudos más o menos por todos lados y lo que nos sucede a la población va por otro carril, otro modo de enfermar, que requeriría otro tipo de asistencia. Y esas unidades cuesta más encontrarlas. A la atención primaria le encuentro una funcionalidad diferente.

¿En los CAPS la atención funciona mejor?

Funciona un poco mejor. También sucede que hay una mirada muy desprestigiada hacia la atención primaria o a las personas que hacemos medicina general porque es una especialidad que no garpa en el mundo de la hegemonía médica. Y también tiene menos recursos asignados. Hay lugares donde se le pudo encontrar una vuelta y otros que no, que suele ser como “bueno andá allá y hacé lo que puedas”. Entonces es difícil. Pero sí, es un ámbito al que le encuentro más sentido y me parece que hay otro tipo de personal trabajando. Hay una idea de trabajar en equipo, interdisciplinariamente. Hay algo ahí que amalgama un poco más la hegemonía médica. A mí me parece más interesante.

¿Cómo fue darle continuidad a un proyecto autogestivo en medio de una pandemia y posterior cuarentena?

Tuvo momentos de estar muy frenado. Tuvimos unos meses en los que no sabíamos muy bien cómo. Si bien nuestras prácticas estaban en lo que entendimos en seguida que eran prestaciones esenciales y urgencias, porque es lo que se estipuló desde el principio: el acceso a la anticoncepción y a las prácticas de interrupción legal del embarazo. Pero nos costaba reconfigurar el trabajo. A su vez, en los primeros tiempos de la pandemia fue muy complejo entender los cuidados, el conocimiento particularmente en torno al coronavirus, los equipos de protección, abastecerse de esos equipos, pensar qué cosas hacen al cuidado de las personas que vengan, medir todo el tiempo el costo-beneficio. Igual muy rápidamente pudimos armar un dispositivo de telemedicina que nos permitía tener una introducción para saber cuándo era muy necesaria la parte presencial y acotar ese tiempo presencial para poder garantizar algunos cuidados. Pero tuvimos algunos meses que no cobramos. Pudimos obtener dinero para mantener la casa, el alquiler y los servicios que tenés que contratar para tener un consultorio médico, y sí pudimos sostenerle el sueldo a las otras personas que trabajan ahí. Pero nosotras no cobramos por tres meses.

¿Y en tus otros espacios de trabajo cómo fue la llegada del virus, cuando todas las miradas están puestas en los hospitales?

Pasan cosas concretas que hablan de una perspectiva: como cuando nos sacaron medio sueldo, que a los hospitales no les pasó, y otra vez en el plano de lo económico, cuando se habló del bono mientras todavía nos aplaudían porque éramos como gente mágica, y el bono fue para hospitales. Fue una discusión de 4 meses que el bono también fuera a profesionales de atención primaria. Después entiendo que la media de la población no conoce la división en niveles del sistema de salud y capaz no le importa. Pero fue para hospitales y para gente que trabajaba en emergencias y en terapia. Como que quienes no estábamos poniendo un respirador, no estuviéramos estalladxs de trabajo, de responsabilidades y atajando otras cuestiones. Esa es una mirada sobre la salud: a todxs nos gusta pensar en ese médico o médica que corre y te pone un tubo y la verdad que eso es uno o dos y la mayoría del trabajo no tiene que ver con eso, pero tampoco garpa mucho decir que contenés a las personas. Pero hubo una mirada netamente posicionada en la asistencia del COVID, que era necesaria y se han armado dispositivos increíbles con una celeridad increíble -eso en CABA pasó un poco más y tiene que ver con que hay más dinero y más gente contratada y eso es algo concreto. Yo empecé a trabajar en CABA a la mitad de la pandemia y fue como entrar a la NASA. Y decía “che, es cruzar la General Paz” y qué onda. Entonces así quieras, no podés trabajar igual- pero muy poca agilidad para pensar en lo que no es COVID, que sigue pasando. Andá con cualquier problema de salud a intentar que te atiendan. Pero cómo seguimos dando respuesta a los otros problemas de salud de las poblaciones. De salud física y de todos los otros problemas que se dispararon por la pandemia. La situación en el conurbano es desoladora. La primera parte de la pandemia la pasé en el Barrio 18, en Villa Bosch, y de ahí me fui porque sentí que había tocado fondo y me cambié a otro centro de salud. Tener que poner la cara, el cuerpo y el alma a situaciones que, por ejemplo, en un momento dejaron de haber medicaciones para enfermedades crónicas. Bueno, yo entiendo que te cueste un poco gestionar esto pero hay cosas que no pueden faltar, pero en un momento no hubo insulina. La insulina es una medicación de emergencia. La gente que usa insulina, si no la consigue puede tener complicaciones y morirse. Entonces así sea la médica más capacitada de este planeta, si no hay un insumo mínimo no puedo hacer nada. Qué tengo que sentar al paciente y decirle “lo que vos necesitás son 20 unidades de insulina que no tengo”.

Hablás de poner la cara. ¿Te pasó de sufrir tener que dar la cara ante la falta de recursos?

En la tarea médica medio que no existe poner la cara sin el cuerpo, es un todo. Y en el 18 me superaba la falta de recursos, de recursos humanos. Yo era la única médica. Entonces en un momento era como la experta en COVID, la experta en todo, y necesitaba que me saquen alguna tarea para no reventar. Y además toda la parte asistencial de personas en una situación económica mucho más allá que crítica, sabiendo que los recursos no van a estar ni están puestos en resolverlo porque no hay tal cosa como recursos, y que además si yo quería jugar a hacerme la sota y dedicarme específicamente a mi tarea médica, tampoco podía porque ni siquiera tenía recursos para dar atención de una calidad mínima. Entonces eran situaciones de mucha tensión que llegaban a que la gente te insulte y te trate mal, y yo necesito desarrollar con vos algún grado de confianza, algo del vínculo se tiene que armar porque hay una confianza que tenemos que lograr construir que en estas condiciones no hay manera. Y en un momento hubo que explicarle a la gente que no podía venir todo el tiempo a la sala como venía antes. Que había otra manera de funcionar, con turnos y cierta organización. Les proponíamos un modo de organizar que no solo no les gustaba sino que aparte era bien de gorrudo. Y yo entendía por qué lo tenía que hacer pero no lograba comunicarlo de una manera que se entendiera que era una cuestión de cuidados, y también existía un tironeo intenso. Una cosa muy explosiva. Y muchas veces me pregunté “¿qué estoy haciendo?”. Porque pierde el sentido. Sí he sentido mucha vergüenza desde el fondo del ombligo muchas veces en esta pandemia. Muchas. Yo te puedo explicar por qué esto está pasando y que no estoy de acuerdo, pero no sé hasta dónde decirte que no estoy de acuerdo. No es tan fácil y a mí no me queda cómodo desligarme. No puedo decirte “esto habría que hacerlo, vos fijate cómo lo hacés”. Muchas veces sentí mucha vergüenza.

¿Qué pensás del discurso que apunta a la responsabilidad individual?

Para mí el problema es más profundo. Yo desde el principio me sentí incómoda con esta idea de los boludos y las boludas. Me parecía que no era una buena idea ir por ahí, me daba mucha bronca. Sí hay gente que te da bronca, yo entro en esa dicotomía. Salgo a la calle y estoy medio en esa. Veo gente con el tapabocas mal puesto y pienso qué te cuesta. Entonces uno entra en esa porque te frustrás. Pero para mí sí es muy irresponsable que esa sea tu manera de comunicar siendo el Estado. A mí eso me dejo sorprendida. En el 18 me pasaba que con esta idea de control se armaba una dinámica de yutear a tu vecino, no de cuidarlo. Se armaba una que no estaba buena. Y a su vez, trabajando en distintos lugares, automáticamente se me armó esta idea que es obvio que “quedate en casa” no es un eslogan que puedas decirle a todo el mundo. Es muy obvio que a ciertas personas no podés decirle que se queden en casa porque hay personas que no tienen casa. Y yo entiendo que tengas que comunicar una idea global y que hay gente que tiene una casa u ocho casas, pero había algo ahí del quedate en casa y que la acción refleja era obligar a la gente a volver a su casa que te inhabilitaba poder escuchar por qué algunas personas no se podían quedar en casa. De hecho en el 18 las pautas de cuidado eran nulas. Y en el equipo hablábamos sobre cómo comunicar ciertos cuidados mínimos como por qué usar el tapabocas. Pero la respuesta institucional y estatal no puede ser señalar a todxs.. Y algunas de estas ideas llevaron a este fenómeno del todo o nada que yo lo encuentro bastante desesperante. O nos cuidamos encerrados en casa y no hay intermedios, no es charlable, no evaluamos otras necesidades, otros problemas. Gente que aislarse le implica cuestiones de salud mental mucho más difíciles. Hay una pandemia, hay una idea que tiene que quedar clara y ser contundente, pero tenés que contemplar esos grises. Se podría haber implementado un esquema de reducción de daños, es decir: la gente en el Barrio 18 no se puede aislar, qué sí se puede hacer. Y qué cosas no se puede hacer en el barrio si no le das las herramientas. Tampoco le pidas a la gente que haga magia.

¿Sentís que en este contexto no desarrollás tu tarea como te gustaría porque no podés o que estás trabajando en un límite peligroso?

Eso desde ya. Porque estás cansada y te ponés más expulsiva. Nunca le voy a decir a alguien que no me hinche las pelotas pero capaz no dejo lo mejor de mí y sé que no lo estoy haciendo. Sobre lo otro: es una medición constante. Muchas veces me pregunto hasta dónde, cuándo es de verdad “cerrame el boliche” porque así no trabajo. Y qué es lo que pasa cuando te plantás: todo el mundo te contesta “sí, sí, es inadmisible” pero te piden que sigas ahí sin darte una respuesta o alguna garantía.

¿En qué lugar queda la salud mental de ustedes, lxs trabajadorxs de la salud?

En atención primaria siempre hay equipos de psicólogxs y con una compañera hablamos un montón y decimos “che, esto no es gratis”. Esta manera de trabajar, esto que pasamos, esto que vemos, estos miedos, estas proyecciones. ¿Dónde le vamos a dar un tiempo y espacio? Una discusión que tuvimos fue la posibilidad de cerrar el Centro de Salud durante una hora para comer y hablar de pajaritos. Y fue plantarse. Porque una hora por día necesitamos que pare porque si la puerta sigue abierta todo deriva en preguntas y consultas. Y necesitamos parar.

Para mí está bueno pensar que hubo cosas que sí funcionaron ágilmente, pero me parece que no se llega a medir lo difícil que es no tener ciertos elementos para trabajar con algo tan fuerte y tan angustiante como es una pandemia. Esa es una de las cosas en las que más le pifió el sistema de salud. Canalizar otras cosas que no son COVID que es tu tarea médica, personas con problemas crónicos, y no se pensó una estrategia que funcione. Y más en el plano de la salud mental. O lo económico. Mucha gente viene y dice que no tiene para comer. Y qué hacemos con eso. Qué respuesta le damos como sistema de salud. No puede ser todo “bueno, pandemia”. Hay cosas que todavía no llegamos a medir el impacto que van a tener. Esto traerá coletazos.

¿Para vos la medicina comunitaria tiene que ver con alojar a otro?

Sí, claro. No es algo que se da siempre. No alojás a alguien que se vino a dar un puntito porque se cortó la ceja. Pero hay otros vínculos, hay otros procesos, otro transcurrir. Y todo eso requiere alojar. Yo creo que la atención primaria se preocupan por alojar o vincularse con la comunidad. Y aun así fuimos bastante gorrudos al principio. Pero había cosas que no entendíamos. Creo muy profundamente que la medicina tiene que alojar a las personas y los hospitales no pueden, son una maquinaria súper rara.

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