El día que conocimos a Diego Messer, docente y músico o músico y docente, nos esperaba con su guardapolvo de mangas cortas desprendido y la mochila sobre un hombro en la bajada del puente 2 en Retiro, al cierre de su jornada laboral. Ha gastado varios pares de zapatillas caminando las calles de la Villa 31 y es la persona indicada para acompañarnos hasta la Casa de la Diversidad donde se celebraba el Tercer Festival del Orgullo Trans Villero.

En el camino nos cuenta que su vida se divide entre su proyecto musical solista llamado GODIE y su laburo formal para el PAEByT (Programa de Alfabetización, Educación Básica y Trabajo) destinado a personas adultas que no pudieron terminar la primaria por cuestiones de migración, repitencia, contexto de encierro, “la mayoría mujeres que por cuestiones de patriarcado relegaron sus estudios”, dice Diego. No funciona en instituciones formales sino en centros barriales, él es un maestro-orquesta: “por un lado está bueno porque da libertad pero a la vez no hay una estructura que proteja, yo tengo la llave, abro y cierro, no hay directoras ni nadie. Tenemos reuniones de equipo, coordinadores, pero en el día a día somos la cara visible, somos el Estado, somos la escuela en la villa”. El programa pertenece al Ministerio de Educación: ese gigante apostado en la entrada de la 31.

“El Ministerio de Educación es un símbolo de la falsa integración del Gobierno de la Ciudad en los barrios populares. La gente que trabaja en el Ministerio entra en combis, sólo dos líneas de micros pasan y hasta las 6 de la tarde. Había una placita donde antes iban les niñes del barrio a jugar y la enrejaron. He subido porque trabajé ahí un tiempo y es un edificio de último nivel pero desde arriba ves la villa y tampoco generó tantos puestos de trabajo para la gente del barrio, ni la gente que labura ahí consume en el barrio: es un claro ejemplo de pantalla de gente que hace políticas en barrios que no habita. Para hacer campaña están Vidal y Larreta ahí sacándose fotos”.

Diego milita los derechos humanos desde que tiene memoria, formó parte del centro de estudiantes de su escuela y vivió un año en Israel enseñando fulbito a les niñes de comunidades carenciadas en Haifa: “habitando esos espacios ves y vivís cosas que te hacen valorar más cuando volves a los lugares donde siempre fuiste. Pienso que en Argentina tenemos una cuestión vinculada a los derechos humanos y la educación pública que es re grosa y al tenerla tan naturalizada quizás nos cuesta verlo”.

Cuando volvió al país primero se inscribió en la EMPA (Escuela de Música Popular de Avellaneda) pero su paso fue breve. Sobre el accionar de las instituciones, opina: “a veces podemos destruir lo más lindo de los saberes, podemos hacer que la novela más hermosa se vuelva un garrón, la cuestión de escolarizar a veces vuelve algo lindo una obligación”.

El ingreso a la docencia es un paso complicado en términos de accesibilidad, el concurso por los cargos puede ser una verdadera réplica de “Los juegos del hambre” y hay cosas que nunca se terminan de entender del todo. Por eso cuando Diego se recibió como docente de primaria al principio tuvo dificultades para tomar horas, trabajó de otras cosas hasta que le comentaron sobre la primaria para adultes y desde entonces labura en la Villa 31 que la conocía un poco por su época de militancia.

Con les estudiantes y ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina) realizaron un laburo sobre el tema de urbanización. Diego piensa que “tiene que existir una urbanización hecha en conjunto con les vecines del barrio y sin vulnerar los derechos. De repente hay una familia que hace 40 años resistió las topadoras de la dictadura y ahora los quieren mandar a una casa que parece más linda pero las paredes son de durlock y tienen que pagar una cuota siendo que no cuentan con una estabilidad laboral con sueldo fijo. Una estudiante me contaba que fueron a su casa y le querían hacer firmar algo, siendo una persona que se está alfabetizando, incluso si supiera leer y escribir están preparados de forma muy compleja esos documentos”.

Dentro del trabajo que realizaron con ARGRA también preguntaron a les vecines qué cosas buenas y qué cosas malas creen que tiene el barrio, y una estudiante respondió: “es muy bueno porque estamos muy cerca de la capital”. La idea de periferia como construcción social que hace referencia a la división entre un nosotres y lo otro se representa en esta frase. A nivel simbólico no tienen acceso a los servicios de la ciudad como internet, agua, luz, cloacas. “Dentro de la misma ciudad conviven lógicas distintas y está bueno poder llevarlas como demandas del estilo: che, pongan un medio de transporte que recorra las calles de la villa, y si tienen miedo contraten gente de ahí que labure ahí”.

“Ser docente y ser músico no es tan distinto, la docencia es también un lenguaje artístico”

En el camino de encontrarnos dentro del mundo de la “adultez-joven”, nos hacemos infinidad de preguntas acerca de los mandatos y los deseos. Nuestra impronta generacional quizás consiste en cuestionarnos si estamos dispuestes a hipotecar el presente en pos de cumplir con requisitos socialmente establecidos por otres, y de qué forma nos hacemos eco de los discursos del sentido común. Diego tiene 29 años y le encanta flashar sobre estos temas:

“No lo vivo como “soy docente y mi hobbie es hacer música” sino que soy ambas en el mismo nivel, sólo en cuestión de plata una me genera ingresos. Convivo en la dicotomía capitalista de tiempo y dinero: si tengo tiempo no tengo plata y si tengo plata estoy trabajando todo el día. Lo ideal sería que todas las personas del mundo trabajen 4 o 5 horas y si lo hacen más que sea por decisión propia”, opina él, que está lanzando su proyecto solista GODIE. “Está bueno sacarnos la mochila de estudiar y trabajar de lo que nos gusta como mandato porque eso es un privilegio, es bajarse de la vida Disney, hay que comer y pagar el alquiler”.

Desde la pausa social que vino aparejada con el aislamiento de la pandemia, la pregunta en torno al tiempo de trabajo comenzó a sonar más fuerte: ¿por qué le dedicamos tanto tiempo? ¿Con qué objetivo estoy juntando guita? ¿Para qué? ¿Estoy durmiendo bien?

“Esto del hobbie vs. trabajo es una cuestión a revisar, la tenemos muy impregnada igual que la heterosexualidad y la diferencia de clase. Obvio que reconozco que son preguntas que me puedo hacer por el privilegio de tener un título profesional y no mantener una familia, tengo la soltura de dejar laburos y buscar por otros lados” cuenta, a la vez que se las ingenia para adaptar su personalidad al funcionamiento del sistema sin perder sus particularidades: 

“Desde la parte ideológica para mí, ser docente y ser músico no es tan distinto, la docencia es también un lenguaje artístico porque enseñar y aprender, llevar el plano de lo que sucede en un aula, tiene que ser igual de seductor que la melodía de una canción”.