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Que no termine el día sin que te acuerdes de Luciano Arruga

By 31 enero, 2021Sin comentarios

La crónica cuenta que en agosto de 2008, algunos conocidos de otra villa cercana a la 12 de Octubre -donde vivía Luciano, en Lomas del Mirador-, la Santo Vega, le presentaron a Luciano y sus amigos a un policía de la Bonaerense que les ofreció trabajar para él. “Les damos herramientas, liberamos la zona y se quedan una parte de lo que se hagan”. Los pibes declaran, después de la desaparición, que efectivamente fue así. Luciano se niega. “Yo no robo”, dice el pibe que salía con su carro a levantar cartones.

El 22 de septiembre de ese año fue detenido por primera vez. Lo llevaron al destacamento de Lomas del Mirador y allí estuvo privado de su libertad más de 9 horas. No es una comisaría ni una cárcel: esa detención fue ilegal. Lo tuvieron en la cocina y cuando su hermana se enteró, amigos mediante, fue a buscarlo.

Vanesa lo escuchó gritar, le gritó también y Luciano le respondió más fuerte. “Sacame de acá, Vane, me están cagando a palos”. A las dos horas Luciano salió lleno de moretones y rengueando. Los golpes constan en el Hospital de San Justo, son parte del expediente y van a cuenta de la sistemática y tan enraizada tradición de las fuerzas del orden en nuestro país.

Desde ese día Luciano se recluyó en su casa porque la policía lo asediaba. “Vas a aparecer muerto, negro de mierda”.

El 31 de enero de 2009 desapareció Luciano Arruga. Tenía 16 años. No alcanzó a cumplir los 17.

Lo secuestraron a las 12 de la noche en Lomas del Mirador, cuando volvía de visitar a su hermana. Desde la 1, sabiendo que antes había sido detenido y torturado, su mamá y su hermana empezaron a buscarlo por el barrio, comisaría y hospitales. Fueron hasta el Santojanni, que es el más grande de la zona. Les dijeron que no había nadie con sus características, sólo un atropellado mayor de 25 años. No las dejaron verlo.

A Luciano lo atropellaron en la Gral. Paz a las 2.30 de la mañana. Lo llevaron, también, al Santojanni. Cuando la familia fue buscándolo, él ya estaba ahí, vivo todavía, pero de esto se enteraron 6 años después.

Murió en ese hospital a las 5.30 del 1 de febrero y lo enterraron en Chacarita como NN, porque no llevaba documentos.

Casi 6 años después, gracias a la intervención del CELS, organismos de DDHH y la insistencia y fuerza de su familia, se realizaron cotejos entre las huellas dactilares que le tomaron a Luciano en la primera detención y las de todos los NN registrados en la morgue judicial. Ahí estaba Luciano. Era él. El delito por fin tenía cuerpo. Un golpazo al riñón de la impunidad bonaerense.

Las pruebas agobian. Peritajes con perros confirman que Luciano estuvo esa noche en un móvil policial del destacamento de Lomas, y en una de sus celdas. El rastreador satelital de ese móvil indica que no cumplió su recorrido y fue, en cambio, a un descampado de la zona. Más peritajes con perros determinaron que Luciano también había estado en ese descampado, esa noche. Años después resultó que, justo enfrente, lo habían atropellado. Otros detenidos declararon haber visto esa noche a Luciano en el destacamento, ensangrentado y colgado de los brazos. “Como de un gancho”, dijeron. Declararon que, incluso, los hicieron limpiar la sangre de la celda con lavandina. Los libros de detenidos se declararon adulterados. Había nombres tachados la noche de la desaparición, y anteriores. Los policías acusados empezaron a contradecirse. De los 8 policías imputados, sólo uno fue condenado -y solo por torturas-, en 2015. Los demás siguen esperando en libertad.

Es el karma argentino: los desaparecidos siempre vuelven a desaparecer. Todos los días, hasta que se haga justicia.

Ahora, como siempre tenemos que aclarar lo obvio. Acá va: Luciano parece haber sido, según todas las versiones, un pibe tranquilo, de barrio. Que no quería robar, y de hecho, no hay pruebas de que alguna vez haya delinquido. Pero aún en el caso de que hubiera sido un delincuente, el mecanismo de la desaparición, la tortura y el homicidio sistemático por parte de las fuerzas de seguridad y sus cómplices que integran el Estado, es perversión en su estado más puro. Es, en la inmensa mayoría de los casos, el crimen perfecto. El que se debe frenar.

El camino recorrido por la familia de Luciano Arruga para encontrar su cuerpo fue larguísimo. Como el que siguen andando por justicia, y porque la policía no detenga, torture ni asesine a un pibe pobre, nunca más.

No termines el día sin acordarte de Luciano Arruga.

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