Por Fernanda Miguel

Mi viejo murió hace 29 años. Yo tenía 5. Intento que la memoria ram de mi cerebro prepondere mis pocos recuerdos con él antes que las tablas para multiplicar. 

Lo enterramos en mayo del 94 y hacía frío. Fue en el cementerio de Flores. Unos años después lo pasaron a nicho y nos pidieron que no le pusiéramos nada de bronce a la lápida porque se lo afanaban los que entraban a la noche. Ahí vino la primera despersonalización. 

La segunda fue la peor. En plena pandemia se cayó un techo justo en el sector donde descansan él y otros tantos. Eso fue hace tres años. Hoy seguimos igual. Nadie puede llevarle una flor a sus muertos o hablarles o lo que sea. Hace tres años ese sector del cementerio de Flores está preso de la burocracia y con él quienes somos familiares y no podemos duelar aunque hayan pasado décadas o meses, porque nunca se termina de duelar a quienes amamos. 

Conozco muy de cerca todas las cosas malas que tiene esta ciudad por ineficiencia del GCBA. No me extraña que el sur de la ciudad esté abandonado, no me extraña que sea en la comuna más pobre y mucho menos me extraña que no les importe un montón de cadáveres que para ellos son solo números en algún archivo porque a nadie le importa un cadáver que no es suyo. Quiero gritar pero solo me sale escribir, porque aún trabajando todos los días en una organización que intenta paliar un poco esos agujeros estatales, a veces no me entra en la cabeza que existan cosas como estas.

Esos cadáveres tienen nombres y apellidos, historias y familias ¿Qué más nos quiere sacar este gobierno que de jacta de Metrobuses y baldosas como modelo de gestión?

Estos son los muertos que no venden. No hay célebres ni grandes tumbas con recorrido turísticos que cobran entradas en dólares. En Bajo Flores morirse no cotiza bien, no es glamoroso, no hay hoteles para pasar el día con vista a las lápidas como pasa en el Cementerio de la Recoleta. En Bajo Flores el morbo pasa por otro lado.

Como podemos apreciar, tristemente la burocracia y la lucha de clases nos persiguen hasta en la muerte. ¿Habrá un más allá sin toda esta mierda? No lo sé. Mientras tanto, hay que seguir con otro dolor sobre el dolor a cuestas.